La obligación de salir de la zona de confort, ha irrumpido con fuerza desde hace un corto tiempo dentro de la psicología, y especialmente del coaching. Esta idea sugiere que hay personas que se mantienen en un estadio plano de su desarrollo personal, con miedo al cambio y sin darle oportunidad de vivir nuevas experiencias o conocer gente nueva por ejemplo, que se encuentran aletargados mientras la vida pasa sin permitir su crecimiento personal. Están en un espacio donde lo que sucede a su alrededor es un entorno estable y controlado.
Las voces creadoras de este concepto de origen inglés denominado comfort zone, llaman la atención (casi parece que te estén echando la bronca) sobre lo que una persona recluida en su entorno se está perdiendo: plenitud, magia, experiencias de crecimiento, trascendencia y momentos increíbles. A cada segundo que te resguardas en tu espacio seguro, desaprovechas ese segundo. ¡O peor! El universo pasará de ti.
Pero, ¿hace falta salir de la zona de confort? ¿Quién lo dice? ¿Por qué es mejor salir que quedarse en ella?
En este blog me gustaría plantear algunas reflexiones acerca de este concepto.
¿Qué es la zona de confort?
La zona de confort en psicología se define como una situación en la que una persona se mantiene en un estado de movimiento limitado, donde todo le es conocido, donde no toma riesgos (o no grandes riesgos) y por tanto, no asume pérdidas (o no grandes pérdidas). Podría traducirse como el conocido miedo al fracaso.
Pero, para empezar, creo que hay dos asociaciones desafortunadas.
Confort se define como estado de bienestar. Por tanto es agradable. ¿Por qué viene alguien y me dice que tengo que salir de ahí? Me recuerda al nacimiento. Estás tú ahí, en tu bolsa amniótica, flotando agradablemente cálido y nutrido, y de golpe te empujan a salir.
Además la idea parece presuponer que estar en la zona de confort se relacione con vagueza, pereza, miedo, cobardía o quizás incluso, estupidez.
Los defensores de esta práctica hacen su primer movimiento. Seguramente has oído esta frase: “¿Qué haces ahí parado? ¡La magia pasa fuera de lo cotidiano!”
Intentan hacerte salir comparándote con personas que han realizado grandes hazañas:
“¡Subió el Everest con 63 años!”
“¡Atravesó el estrecho nadando aunque le faltaba una pierna!”
“¡Creó su primera empresa con 17 años sin ir a la escuela o a la universidad!”
Es cierto, hay seres humanos extraordinarios, capaces de cosas increíbles. Pero no todos. No a todos nos apetece apostarlo todo a una sola mano, no todos queremos asumir riesgos, como dice el poema de Ruyard Kipling. La gente que hace cosas extraordinarias existe porque hay gente que no hace cosas extraordinarias. Si todos lo hiciéramos, todos seríamos ordinarios.
A veces ya es suficientemente extraordinario conseguir una zona de confort donde estar un poco tranquilo: el mundo no es del todo amistoso y hay que currárselo. ¿Me garantizas que fuera habrá magia seguro? ¿Si lo arriesgo todo, estás seguro de que habrá algo que me compense? Muchas personas han tenido que asumir riesgos y no han conseguido aquello que se proponían. Por simple estadística, no todo el mundo puede conseguir todo lo que quiere.
¿Que te retiene en tu zona de confort?
Existen multitud de pensamientos que nos retienen dentro de nuestra zona de confort casi sin enterarnos y hacen que dar este paso sea como entrar en una zona de pánico.
Frases de comodidad del tipo: “Más vale bueno conocido que bueno por conocer”, “Todo pasa por algún motivo” o “Más vale pájaro en mano que ciento volando” sólo apuntan al conformismo y a no evolucionar dentro de nuestro crecimiento personal.
Si te quedas porque quieres
Sólo plantéate si estás ahí porque quieres estar o porque no te atreves a salir aunque quisieras. Sólo tú puedes llegar a esa conclusión. Si te sientes bien llevando la vida que llevas, aunque desde fuera te digan que la vida es extraordinaria, llena de regalos, que “vale la pena” vivirla, que no estás aprovechando todo tu potencial y no alcanzarás la plenitud, diles que agradeces su preocupación y que cierren la puerta por fuera.
Si te quedas porque no te atreves
Si quisieras hacer más cosas, tener más experiencias, conocer más personas, ser más sabio y eres consciente de que no te atreves, entonces lo que tienes es miedo, y no conozco a nadie para el cual tener miedo sea “una zona confortable”. Si quieres y no te atreves, te frenas, lo pospones o eres consciente de que te estás poniendo excusas, entonces sí puedes plantearte buscar ayuda.
Si te quedas porque tienes razones de peso
Aunque te recomiendo que no la busques allí donde hablen de la zona de confort, ya que lo que te propondrán hacer será justamente aquello que ya sabes que tienes que hacer y no haces.
Consejos como “Conoce a más gente, haz más amigos” cuando tienes un problema de timidez o eres más bien introvertido y te cuesta relacionarte, no te va a dar una gran salida.
Que te digan que viajes más cuando quizás no te interese o no te guste viajar, o incluso no puedes porque el bolsillo no te da, tampoco es de gran ayuda.
¿Por qué salir de la zona de confort?
¿Quién dice que hayas de salir de tu zona de confort? Esta es una decisión muy personal que conlleva tiempo. Se puede ir haciendo por fases probando pequeños retos personales que vistos desde fuera pueden parecer insignificantes pero que te harán a la larga crecer como persona, ganarás en autoconfianza y te perimitirá ser capaz de resolver conflictos contigo mismo, es lo que podríamos denominar como zona de aprendizaje.
Y es que -y esto para mí es importante-, el contexto o la situación de los que te acusan de que estás en una excesiva comodidad, no tiene porque ser la misma que la tuya. Puede ser fácil arriesgar cuando tu posición económica te lo permite, cuando has tenido un golpe de suerte y consigues un proyecto, cuando tienes un entorno propicio que te facilita las cosas. A toro pasado, es fácil dar consejos.
‘Problematizar’ genera culpa
Lo que siempre me resulta más inquietante, es la inseguridad, el sentimiento de culpa o el estrés y ansiedad que pueden generar en las personas que tomen esta idea como dogma y se vean incapaces de conseguir arriesgar. Existe una tendencia a problematizar las conductas, actitudes o pensamientos si no siguen la tendencia “mainstream”. En este caso, una psicología positiva excesiva (y a veces ilusioria).
La liana de confort
Si tienes el tiro asegurado, es fácil salir del entorno habitual y hacer esas cosas extraordinarias. A fin de cuentas, Tarzán no suelta una liana hasta que ha cogido la otra. Lo podríamos bautizar como “liana de confort”.
Lo extraordinario no es necesariamente inconfortable
Porque no todo el mundo llega a la plenitud, no todo el mundo está obligado a crecer personalmente, a trascender.
¿Y si para las personas que te dicen que salgas de tu comodidad, sea estar fuera de la suya? Es la (aún no suficientemente famosa) paradoja de la zona de confort. ¿Te atreverías a hacer las piruetas de una gimnasta? Quizás tú no, pero para la gimnasta, estar constantemente en una situación que catalogarías de inconfortable para ella no lo es. ¿Y un monje tibetano que se pasa la vida meditando?
Vivir ya es suficientemente complicado como para que vengan a complicarlo más, así que si decides salir de tu zona de confort que sea por decisión propia y porque realmente quieras hacerlo.