¿LO MÍO ES APATÍA O DEPRESIÓN?

EL PRIMER MUNDO NOS PROPORCIONA GRANDES BENEFICIOS RELACIONADES CON LA CALIDAD DE VIDA Y EL BIENESTAR MATERIAL, AUNQUE PARECEN NO ESTAR REÑIDOS CON EL GRADO DE FELICIDAD QUE SENTIMOS.

Los síntomas más comunes de la depresión

Siendo la tristeza la primera señal que a menudo detectamos cuando nos cuesta aceptar y/o adaptarnos a una circunstancia vital desagradable, sentir tristeza a lo largo de la vida es normal e inevitable. Sin embargo, deja de serlo si la sufrimos con frecuencia, durante largos periodos de tiempo o bien se presenta acompañada de otros síntomas de cierta intensidad que incapacitan seguir con nuestro funcionamiento habitual.

Los síntomas de la depresión que se manifiestan de forma más común suelen ser el desánimo, la desesperanza, la sensación de vacío, el pesimismo, el sentimiento de fracaso, el sentimiento de culpa, de soledad, la desgana, la ausencia de disfrute en actividades y/o relaciones sociales en las que antes encontrábamos goce y distracción (anhedonia física y anhedonia social), las ganas de llorar, la fatiga, la pérdida de confianza en uno mismo y/o en los demás, la disminución de la concentración, la dificultad para tomar decisiones, la ansiedad, la inquietud, las alteraciones del sueño, del apetito y de la líbido o la falta de interés. 

Pudiendo desencadenar todos ellos una conducta de inactividad y apatía, haciéndonos sentir aún peor. 

¿QUÉ HACER CON LA APATÍA?

La apatía se define por la pérdida de interés, iniciativa o perseverancia, por la escasa atracción por las nuevas experiencias y el abandono del cuidado personal y de la salud, entre otros.

Si es cierto que no debemos juzgarnos por nuestros sentimientos, ser demasiado indulgentes y pensar que todo pasará sin poner nada de nuestra parte tampoco va a resolver la situación. 

  • Explorar las causas nos aporta información sobre nosotros mismos y lo que nos está ocurriendo.

La desmotivación, la dificultad para ilusionarse por las cosas o la incapacidad para disfrutar no aparecen porque sí y aunque a menudo nos cuesta identificar el porqué, suelen ser la punta del iceberg de miedos y límites más profundos, del cansancio o la propia decepción con uno mismo o abandono. Pero, de nada nos sirve conocernos mucho si luego no nos ocupamos de ver de qué herramientas disponemos para gestionar la apatía hasta que desaparezca.

  • Descubrir qué necesidades tenemos y qué nos impide llegar a ellas es una buena estrategia para romper el bloqueo que nos ha llevado hasta aquí.

Las personas no caemos en un estado depresivo y en la apatía conscientemente y por no querer cambiar, pero el motivo por el que permanecemos encallados en esos estados más tiempo de lo deseado muchas veces se vincula con lo que ganamos con esa tristeza y apatía. Saber que nos aporta ese estado aquí y ahora nos permite coger conciencia de nuestras necesidades más implícitas y enfocarnos en la solución.

  • Identificar qué queremos nos permite llegar a ello.

Cuando nos sentimos mal sabemos muy bien lo que no queremos, sin embargo nos cuesta poner el foco en lo que nos gustaría sentir o experimentar y sin saber lo que deseamos difícilmente lo alcanzaremos.

  • Para qué tanto esfuerzo si no tenemos estrategias para acabar con la conducta apática y sentirse satisfecho.

La lógica con la que afrontamos acabar con esa situación está condicionada por nuestra perspectiva y sistema de creencias acerca del mundo y de nosotros mismos. Sin darnos cuenta ponemos en marcha una y otra vez las mismas estrategias sin conseguir los resultados deseados, siendo necesaria la búsqueda de soluciones eficaces. Cuando alguien no mejora no es porque no quiera, sino porque no está encontrando la manera.