¿Sientes que la ira y los ataques de nervios te esclavizan?

Tener ataques de rabia y no saber controlar los nervios no es lo que importa. Lo que verdaderamente importa es lo que hagas con ello

El enfado es una emoción que aparece para cumplir una función positiva para uno mismo a pesar que detectamos con más facilidad como nos perjudica, pues casi nunca logra su fin.

¡Cuando sí!

Siendo la ira una emoción, como tal sirve tanto para comunicar a los demás lo que estamos sintiendo como para que estos entiendan lo que necesitamos de ellos o cuál sería la posición que desearíamos que ocuparan en tal situación. Y la podemos definir como una emoción adaptativa, porque nos permite responder ante situaciones que suponen una amenaza para nosotros y poder salir airosos de ellas.

¡Cuando no!

En ocasiones, la ira deja de ser adaptativa cuando aparece como una reacción desmesurada frente a situaciones donde el nivel de desafío no requiere esa reacción. Y si por aquel entonces el objetivo era poner las cosas en su sitio, de lo contrario ¡El caos ya está servido!

En estas circunstancias, se transforma en un medio para desatascar sensaciones de forma incontrolada y sin que la persona sienta la capacidad de poder gobernar sus emociones, reacciones y pensamientos.

EL ORIGEN DE LOS ATAQUES DE IRA

La rabia puede producirse por las dificultades de convivir con los seres queridos, como reacción a una ofensa personal, como resultado de reprimir tus necesidades y no poner límites por miedo a sentirte mal, puede haber sido aprendida en nuestra primera infancia si hemos estado expuestos a ella y ha formado parte de un código de conducta habitual o incluso puede ser consecuencia del consumo de drogas cuando afecta el funcionamiento químico cerebral. 

Antes que podamos empezar a percibir los daños de este descontrol, uno llega a esos estados de forma casi automática y sin sentir que ha sido una decisión tomada conscientemente. Y mucho antes de llegar a plantearnos cómo gestionar el enfado nos vemos invadidos por la aparición de un cúmulo de sensaciones internas cocidas en un periodo de incubación, del que ni tan siquiera nos hemos percatado.

LOS BENEFICIOS DE LOS ATAQUES DE IRA

Pero, en contra de las heridas posteriores, lo cierto es que los ataques de nervios, la ira, la rabia, la agresividad o cualquier forma de violencia cubren una función y necesidad que ni podemos juzgar ni tampoco apartar, pues supone la razón por la cual llegamos allí.

¿Qué estamos necesitando sentir cuando gritamos, insultamos, advertimos, intimidamos, ridiculizamos, provocamos, retamos o agredimos? ¿A qué le tememos tanto? ¿Qué estamos intentando evitar? ¿Qué no podemos sostener más? ¿Qué nos duele tanto?

La rabia se vincula a la necesidad de control y a la dificultad de aceptarse fràgil, incomptentente o no suficientemente capaz para tolerar la frustración, el rechazo, el caos, la disparidad de opinión o la falta de reconocimiento. Así que, mostrando nuestra “fuerza” hablamos más de nuestra debilidad que de nuestra firmeza.

LA RABIA COMO FRUTO DE LA REPRESIÓN

A veces, el sentimiento de culpa o la vergüenza nos impide expresar nuestras necesidades y poner límites con tacto antes de que la rabia arrase o congele el problema de base. Si te ocurre esto, en terapia podemos ayudarte a:

  • Tomar conciencia y reconocer lo que sientes cuando empiezas a sentirlo, en lugar de hacerlo cuando ya es demasiado intenso.
  • Validar tus necesidades cuando aparece la vergüenza, les quitas hierro o te cuesta aceptar que algo en la relación te incomoda. Darle importancia a lo que necesitas te salvará de meterte en líos en los que no quieres estar.
  • Aprender a comunicar tus necesidades. Ni las escoges ni te las inventas, te pasan. No comunicarlas puede llevarte al bucle culpa-rabia.
  • Identificar las mejores condiciones para ti para lograr comunicar lo que sientes.

TRATAMIENTOS PARA LA GESTIÓN DE LA RABIA

Pídenos ayuda si pierdes el juicio y no consigues regularte. Si estás esperando a poder contener ese estallido de reacciones de manera innata y espontánea en forma de insight eso no va a ocurrir. 

La ira es la opción más cómoda cuando nos sentimos desafiados, ahorra el sobreesfuerzo que requiere cambiar y el autocontrol. Gestionar la ira supone tomar decisiones, renunciar, mantener la voluntad, sostener la incomodidad, entrenar y conectarse con otras emociones.

La agresividad no puede aceptarse cuando limita la libertad, la tranquilidad y el respeto hacia otras personas. Así que apartarla o esconderla no es una opción si se quiere vivir sin ella. Si necesitas aprender a tomar el control de estos impulsos podemos ayudarte mediante técnicas específicas basadas en el análisis de las soluciones préviamente intentadas, la exploración de nuevas soluciones estratégicas, el reencuadre, la inducción para el cambio de la fisiología, la visualización, la relajación, anclajes para disminuir una sensación de malestar, el cambio de creencias y ampliación de la propia identidad o el modelaje, entre otras.