Somatizar, la penitencia de alejarse de uno mismo

Los síntomas son adaptaciones disfuncionales a situaciones que desregulan nuestro sistema nervioso

Los síntomas (los pensamientos obsesivos, las adicciones, la ansiedad…) en su origen emergen como una respuesta adaptativa a algo que nos dispara un malestar difícil de soportar.

En su inicio tienen una FUNCIÓN ADAPTATIVA, por más desadaptativos y desagradables que parezcan. Así, nuestros síntomas, por más que nos molesten o nos incomoden, cumplen (o cumplieron) una INTENCIÓN POSITIVA de resolver, desbloquear o aliviar una situación desagradable.

Cuando ese intento de adaptación (aguantar el llanto para no preocupar, evitar algo que pueda dañarme, comer compulsivamente, no bajar la guardia, no relajarse para no perder el control, desconectarse emocionalmente para no sentir, comprobar que me siento bien, etc.) nos conlleva un problema todavía mayor, esa respuesta pasa a ser el enemigo en lugar de ser el mensajero o respuesta-parche. 

Llegados aquí, si tu síntoma te genera malestar pregúntate, ¿Qué otro problema intenta o ha intentado aliviar por ti todo este tiempo? ¿Qué intenta brindarte tu síntoma cada vez que se dispara?

cuando los síntomas son físicos

Los síntomas somáticos y todos los trastornos vinculados a ellos, entre los que se encuentra el de ansiedad por enfermedad popularmente conocido por hipocondría, focalizan su atención en síntomas físicos. 

A pesar de que su origen sea emocional, se trata de síntomas físicos verdaderos que causan un sufrimiento y malestar real e interfieren gravemente en el día a día de las personas. Es por ello que frecuentemente acuden al médico en lugar de terapia y se encuentran con el desconcierto que no haya explicación médica para su malestar.

si las emociones no tienen lugar se expresan por el cuerpo

El cuerpo nos da mucha información. La angustia mental (la culpa, preocupación, ira, rabia, miedo) afecta a cómo se organiza nuestro cuerpo y a la vez él se encarga de dar las señales de angustia en forma de sensaciones. 

Si nos sentimos molestos, tristes, asustados, enfadados, todo ello lo sentimos en nuestro cuerpo. Así, se convierte en una falacia poder ignorar al cuerpo cuando parece que es el vehículo para sentir, relacionarnos o conectarnos con nosotros mismos.

SI CUERPO-MENTE VAN DE LA MANO, ¿CÓMO NO TRABAJAR CON AMBAS PARTES?

La simbiosis que establecen cuerpo-mente retroalimenta e influye constantemente lo que pensamos de lo que sentimos y lo que sentimos de lo que pensamos. Si eso puede parecer una limitación y un juego de trileros que…… . Para nosotras són las dos patas sobre las que apoyarnos para tratar de ayudarte a manejar ese mundo sensorial dentro de ti.

En función de las prioridades de la persona, del estadio del proceso terapéutico, del orden en el que se desarrollaron experiencias o bien se establecieron dificultades, trabajamos por igual con cuerpo y mente para interpelar a esa conexión entre ambas en el proceso de romper su relación actual y restablecer un nuevo orden de funcionamiento interno.

¿CÓMO TRATAMOS ESTOS SÍNTOMAS?

La comprobación, la hipervigilancia, la rumiación, el miedo y la evitación suelen ser la forma habitual de afrontar estos pensamientos y/o sensaciones que aparecen de manera intrusiva. 

Por ello, tratamos las somatizaciones y los trastornos somáticos centrándonos en:

  • Ayudarte a encontrar el lenguaje para poder hablar de las experiencias internas que están teniendo lugar dentro de ti. Saber manifestar lo que sentimos y lo que está pasando en nuestro interior importa de la misma forma que importa nuestro cuerpo.
  • Atender la parte somática, ayudándote a manejar a nivel sensorial tu malestar para convertirlo en algo más tratable para ti. Para que puedas sentir estos sentimientos que temes sin tener que recurrir a estas formas de afrontamiento.
  • Que aprendas a autorregularte (saber que ocurre en tu cerebro cuando te sientes de un modo u otro, conocer los recursos de los que dispones para regularte, cómo funciona tu mundo interno para ayudarlo a recomponerse cuando se altera).
  • Ayudarte a poner conciencia a aquellos conflictos irresueltos que aumentan tu carga emocional sin darte cuenta y descubrir formas distintas para afrontarlos.
  • Entrenar cognitivamente una nueva manera de funcionar. Pues, siendo LA ATENCIÓN la única capacidad cognitiva que podemos manipular conscientemente, hay recursos para aprendas a desviarla y conseguir jugar con tu flujo atencional. Si en lugar de aprender a cambiar el foco de atención, decides dejarte llevar por las riendas de tu subconsciente puedes acabar en muy mal puerto si no sabes hacía dónde quieres ir.
  • Aplicar herramientas terapéuticas derivadas del EMDR, la hipnosis o la PNL con el fin de procesar experiencias traumáticas y dolorosas. Si lo traumático se vincula con todo aquello que sigues experimentando del pasado como si estuviera sucediendo ahora, estas terapias facilitan que puedas experimentar el presente y lo puedas diferenciar del pasado. Así, como construir cogniciones positivas relacionadas con esa información dolorosa para que puedan traducirse en conductas más adaptativas que no interfieran en tu vida como lo hacen ahora.