En este segundo artículo sobre fracaso escolar hablamos de las soluciones que podemos poner en marcha para ayudar a nuestros hijos con sus dificultades escolares. Aprovechar sus puntos fuertes, y adaptarnos a sus dificultades serán algunas de las claves.
Todos entendemos la necesidad de unificar criterios para poder valorar de manera global las competencias y los conocimientos exigibles a cada edad. Sin embargo, la sociedad impone ciertos cánones y tendencias que se convierten en conocimientos con más prestigio, en contra de aquellos que pasan más desapercibidos.
¿Qué le pedimos a los niños?
Eso, por un lado, repercute negativamente en aquellos niños que son habilidosos en un tipo de lenguaje no tan bien posicionado en cuanto a estatus y parámetros sociales.
Por otro lado, estamos promoviendo una globalización y generalización de tendencias, que nos aleja de la libertad de que cada cual desarrolle su propia trayectoria partiendo de sus propias inquietudes y habilidades.
¿Cómo se lo pedimos?
El hecho de que algunos tengan serios problemas para seguir con las exigencias escolares puede llegar a ser lo último que debemos atender. El éxito vital y la satisfacción personal dependen en gran medida de nuestras experiencias del pasado, puesto que éstas condicionan nuestra manera de afrontar la vida.
Por lo tanto, hacer sentir a los niños aceptados, valorados, seguros, reconocidos, cómodos, acompañados o que son capaces de aprender, es lo que realmente va a favorecer su inquietud para proyectar y saber responder a sus propias expectativas. Así como a su creatividad, confianza en situaciones donde se valore su competencia, perseverancia, capacidad de emprender o valentía.
¿Para qué se lo pedimos?
Queremos que nuestros niños sean felices y el éxito educativo parece que nos da ciertas garantías. Así, que insistimos en que sean competentes y aprueben. Pero, recordemos que el objetivo final de llevar al niño a la escuela es formarse y crecer con niños de su misma edad. Por lo tanto,

EVITEMOS:
- Que la escuela se convierta en algo hostil de donde el niño quiere huir.
- Dramatizar por el hecho de no avanzar al ritmo de los demás.
- Culpar y exigirle lo que ahora no puede dar.
- Hacerlo sentir que no es suficientemente bueno, que no es capaz, que es tonto o que es peor que los demás.
Cuestionarse para afrontar, que no confrontar
Nos preocupan tanto las repercusiones que tiene el hecho de no saber adaptarse a la normalidad, que a veces se nos olvida atender lo primordial: el bienestar psíquico y emocional del niño o niña.
Lo más importante es que esta situación dañe lo menos posible el estado emocional del niño y evitemos que éste pueda generar creencias limitantes y perturbadoras sobre él.
Cierto es, que estas dificultades plantean desafíos muy complejos y difíciles de desenlazar. Pero, siempre es bueno atreverse a cuestionarse:
¿Estamos más preocupados por respetar el sistema educativo que por priorizar las diferencias individuales de los niños?
¿Ofrecemos igualdad de oportunidades partiendo de sus diferencias individuales?
¿Cuando un niño no se muestra motivado, suspende, e alborota en clase, no sigue las pautas del maestro, no hace los deberes,… lo juzgamos o lo comprendemos?
¿Asumimos que estamos implicados en que la dificultad se convierta en problema y no se resuelva? ¿Estamos dispuestos a asumir esta responsabilidad y movilizarse?¿Limitamos nuestra capacidad de esfuerzo al darlo por perdido de algún que otro modo?
¿Puede que haya una parte de la necesidad del éxito escolar de los hijos venga impuesta por una necesidad de los padres que los hijos tienen que satisfacer?
¿El éxito escolar otorga estatus social?
¿Qué es lo que más nos importa de nuestros hijos? Su felicidad, su satisfacción personal? A pesar de que en ciertas edades nos parezca inverosímil según lo que nos plantean, no es un despropósito todo lo que dicen. ¿Quizá invalidamos sus opiniones, sus sensaciones, sus capacidades para proyectar sus proyectos de vida ¿Remamos a favor suyo o a veces en contra?
Soluciones: ¿Cómo aprender del fracaso escolar?

1. Ampliar la perspectiva:
- Intentar observar a los niños desde otros ángulos y darnos cuenta de que están excesivamente juzgados por unos motivos y demasiado infravalorado para otros. ¿Qué hace mal el niño? ¿A parte de los estudios, no tiene amigos? ¿Viste mal? Está decaído? ¿Nada se le da bien o solo el contenido académico? ¿ Se lleva mal con todos los profesores? ¿Tiene problemas relacionales dentro y fuera del coleg
- Dar importancia a sus habilidades. A menudo se alaban unas habilidades en detrimento de otras que no son tan prestigiosas o merecedoras de reconocimiento. Y eso limita a los niños que no dominan inteligencias como la lógico-matemática, la lingüística o la espacial a pesar, de que hoy ya sabemos que no garantizan un lugar de trabajo digno y estable.
- Ayudarlos a descubrir sus pasiones, inquietudes y habilidades. Estas no entienden de desmotivación ni de falta de concentración!
- Identificar qué gana el niño con esta dificultad y ofrecer nuestra compañía en otros espacios fuera del seguimiento escolar. Frente a los niños que su dificultad se vincula con la falta de autonomía, nos puede ayudar preguntarnos si la atención que ofrecemos como padres la ofrecemos mucho más en lo académico. Los niños pueden vincular este patrón y buscan esa atención, perpetuando su falta de autonomía.
2. Cambiar nuestra mirada
¡La culpa no es del niño!
El hecho de que un niño presente alteraciones en las competencias que debería dominar es suficiente para disponer de profesionales con las competencias adecuadas. Ya sea por parte de los equipos multidisciplinares de los colegios o de especialistas (psicólogos, psicopedagógicos, pediatra,…).
El mayor objetivo debe ser desgranar los elementos que configuran esa dificultad e identificar con qué otros se puede empezar a operar.
El problema no es la dificultad del niño. Si no qué hacemos con ella!
3. Estar
Estar y acompañar en las tareas escolares resulta más eficaz que esperar resultados que quizá para el niño son inalcanzables o una pesadilla.
Insistimos en que estudien una vez llegan a casa, pero pocos adultos dejamos de hacer lo que estamos haciendo y nos sentemos a su lado a abordar aquello que no saben ni por dónde empezar. Debemos ofrecer al niño la presencia de alguien que pueda ayudarlo y acompañarlo en sus tareas, que lo anime y que le haga sentir que no está solo ante eso.
Nuestra atención debe ir sujeta a las necesidades del niño y a medida que vaya expresando más autonomía debemos ir dejando más espacio para que asuma más responsabilidad. Pero, en todo caso, siempre va a ser positivo hacer paulatina esta transición. Por ejemplo: ofreciendo compañía intermitentemente mientras hacemos nuestras cosas o bien sentándonos a su lado haciendo nuestras tareas (cuentas, leer un libro, organizar nuestra agenda, …).

4. Tender la mano: ingredientes para un buen acompañamiento
- Generosidad: cuando ofrecemos nuestra dedicación al niño siendo conscientes de ello y dejando de lado nuestras otras preocupaciones, brindamos la escucha, la ternura, la comprensión, la motivación, la capacidad de detectar qué conocimiento le falta al niño para comprender y asimilar la nueva información, etc.
- Paciencia: no debemos olvidar cambiar la mirada e intentar ponernos en la piel del niño. La prisa, la impaciencia, el mal humor o un tono desagradable puede bloquear ciertas capacidades cognitivas y emocionales del niño.
- Refuerzo positivo: la motivación es aquello que nos impulsa a hacer cosas, por lo que es importante animar al niño ante cualquier cosa que valoremos que pueda ser reconocida, por insignificante que nos parezca. Nos importa que el niño perciba el ánimo con pequeños elogios y con un tono de voz reconfortante y afectivo, que le haga sentir seguro y más predispuesto y capaz de aprender.
- Humor: bromas, chistes, sonrisas, reírse de uno mismo, caricaturizar, teatralizar explicaciones para que el niño ría mientras aprende, etc. El humor es una herramienta infalible para disponer de una buena actitud frente a cualquier situación y genera vínculo entre padres/madres e hijos. Eso es importante para no asumir siempre un rol desagradable para nuestro/a hijo/a y evitar que aprender con nosotros se convierta en algo pesado e indeseado.
- Pactar, negociar, acordar: dar la opción de decidir es estratégico. Ofrecemos libertad y confianza en su elección, a la vez que limitamos la conducta de los niños a ciertas opciones, las cuales todas ellas pueden ser aceptables para los padres.
- Limitar: establecer límites y mantenernos firmes permite al niño tener claras las reglas del juego y optimizar el tiempo y el esfuerzo en esta relación de ayuda. De no ser así, el niño puede acabar dominando la situación y eso no ayuda a su aprendizaje.
5. Modificar el método
La solución adecuada seguramente implique alguno o más elementos que aún no estamos aplicando o dejar de hacer algo que no está funcionando, ya que el hecho de que se perpetúen los mismos resultados, significa que no estamos haciendo nada distinto.
Esto nos obliga a:
- Identificar previamente qué es exactamente lo que no funciona y qué factores intervienen en ello.
- Plantear nuevas estrategias: cambiar el formato de algunos contenidos, probar con nuevos métodos pedagógicos, modificar las temáticas sobre las cuales se trabaja el contenido escolar para que sean más atractivas, etc.
- Construir un programa de objetivos para el niño. Para que unos objetivos sean ejecutables deben partir del niño y no del adulto. Así como ser pertinentes al contenido escolar que se le exige, concretos, claros, realizables y observables para poder valorar si se han alcanzado.
6. Trabajar en equipo con nuestros hijos
Si exigimos a los niños compromiso, responsabilidad y por lo tanto, cierta madurez, NO debemos infantilizar nuestros gestos hacia ellos al mismo tiempo. ¿Cómo?
- Demostrando nuestra confianza con actos observables: aceptando acuerdos, ofreciendo autonomía, …
- Haciéndoles partícipes y responsables de su proceso: preguntando qué necesitan, cómo creen que les podríamos ayudar,… Cada uno disponemos de las claves para resolver nuestras propias dificultades.
- Convencer a los niños que su ayuda es nuestra mejor herramienta para comprenderlos e intentar resolver sus dificultades.
Acompañar a nuestros hijos en las dificultades escolares no siempre es fácil. Si necesitas ayuda u oritentación me puedes solicitar información en paula@lobuenosibreve.com o reservar cita conmigo aquí .