Llamamos obsesión  a esa idea o pensamientos que invaden nuestra cabeza de forma inesperada. En psicología también les llamamos pensamientos intrusivos. Suelen cuestionar algún hecho, actitud o manera de ser, ya sea nuestro o de otros. Paradójicamente, cuanto más nos esforzamos por frenar o resolver esos pensamientos, más invaden nuestra mente.

Estos son algunos ejemplos de obsesiones más frecuentes que encuentro en consulta:

¿Estaré haciendo un buen trabajo? 

¿Le gustaré? 

¿Tengo una enfermedad mortal?

¿Soy homosexual? 

¿Me engaña mi pareja?

¿Qué me pasará si me deja?

¿Soy suficientemente feliz?

¿Me van a despedir?

¿Estoy autoengañandome?

¿Me estaré obsesionando?

Hablamos de obsesión desde el concepto psicológico de pensamientos repetitivos y que alteran nuestro estado de ánimo. No como una idea fija de hacer algo, como obsesionarse con ir al gimnasio, estudiar psicología o conseguir la paella perfecta.

Algunos pensamientos o ideas nos hace dudar de nuestras creencias y son capaces de acabar con nuestra tranquilidad. Se viven como intrusos, enemigos, un virus que hay que eliminar. Para conseguirlo desplegamos todas las estrategias aprendidas: intentar no pensar en ello, intentar desviar nuestra atención, hacer actividades que mantengan la mente distraída, o confrontar la obsesión a través de la lógica. (“¡Por supuesto que no soy homosexual, si no, no me gustarían las mujeres!”, me decía un cliente, que, a su pesar, no podía apartar esa idea de su cabeza).

¿Te sucede que cuanto más haces por intentar solucionarlo, más empeora la obsesión?

A algunas personas, esas estrategias les funcionan. Pero la mayoría de personas que sufren estas ideas, siguen en constante lucha con su obsesión. Al final, el objeto de obsesión pasa a un segundo plano cuando la persona empieza a obsesionarse en no obsesionarse. La lógica de la obsesión es ilógica.

Cuando pienso que no pienso en ti, sigo pensando en ti. Quiero ahora no pensar que no pienso en ti.

Este constante estado de vigilancia pone en alerta nuestro sistema nervioso. Entonces aparecen la ansiedad o la angustia por aquel miedo o temor que nuestra obsesión nos plantea.

Y también ansiedad por la imposibilidad de controlar esos pensamientos, y angustia por no saber cuándo volverán a aparecer.

El obsesivo tiene la sensación constante de “no saber cuando mi obsesión atacará de nuevo”. Un cliente me explicaba: “Es peor no saber cuando será el siguiente ataque que el ataque en sí.”

Tus ideas, a juicio.

¿Te has obsesionado alguna vez con algo bueno?¿Has dado la chapa a tus amigos sobre tus próximas vacaciones, tu coche nuevo, tu fantástica pareja?

¿Te asaltan pensamientos de ese tipo cuando menos te lo esperas? Y en caso de que esto te pase ¿intentas hacer algo para que no aparezcan? Me imagino que un pensamiento agradable no te fastidia.

Esto nos hace pensar que la obsesión tiene un componente muy importante: nos cuestiona. Pone en tela de juicio nuestras capacidades, nuestra bondad, nuestra adecuación, nuestra inteligencia, nuestra humanidad, nuestras relaciones…

¿Soy suficientemente bueno?

Las obsesiones suelen tener un componente moral: pensamos que está mal lo que pensamos. He visitado a clientes obsesionados por el miedo a perder el control y clavar un cuchillo a su pareja, o abusar de un niño, o no poder evitarlo y suicidarse. Todos esos pensamiento hablan de cómo somos (o más bien, como creemos que somos), y nos sentimos culpables por tener esas ideas. Una persona buena nunca pensaría eso, por tanto soy malo.

¿Puede ser que me sienta atraído por menores?

Ese es uno de los motivos por los que nos obsesionamos, porque cuestionan nuestra propia humanidad. Muchos clientes se sienten fatal por su incapacidad de controlar esos “malos pensamientos” y se castigan por ello.

¿Por qué todo lo malo me pasa a mi?

Además, el propio hecho de tener obsesiones cuestiona nuestra propia lucidez. Y eso es lo que más temen las personas obsesivas: perder el control de todo y volverse locas a causa de su propios pensamientos.

¿Tengo el cerebro estropeado?

Algunos clientes desarrollan una serie de rituales con el fin de disminuir la ansiedad de la obsesión. Son las compulsiones. Durante unos momentos, estos actos compulsivos tranquilizan, pero no lo suficiente como para que la obsesión no vuelva a aparece. Puede aparecer entonces el trastorno obsesivo compulsivo que limita y centra la vida de la persona.

Vale ¿y qué hago?

Existen multitud de estrategias y técnicas para poder manejar esos pensamientos, incluso últimamente he leído sobre apps en el móvil que intentan ayudarte con las obsesiones. No lo recomendamos para quienes se obsesionan con los móviles.

¿Qué pasará si me llaman cuando no tengo batería o cobertura?

Pero recuerda que como la mayoría de cosas en esta vida, no todo sirve para todo el mundo.

He tenido clientes que con simplemente estar atentos a su obsesión, conseguían reducirla. Otros, haciendo lo mismo la incrementaban cada vez más. Algunos se han librado simplemente meditando; otros se han acabado obsesionando también con la meditación.

¿Estaré meditando correctamente?

En terapia breve, somos partidarios de “meter a la vaca en el establo tirando de la cola”.

¿Qué hacemos y te propondremos si acudes a terapia?

  •  En primer lugar, que realices una profunda investigación sobre tu obsesión: ¿te sucede más a solas o acompañado?¿Por la mañana o por la noche?¿Cuando te generan más ansiedad?¿Cuándo te dejan en paz?¿Cuándo no aparece aunque piensas que debería haberlo hecho?
  • A continuación, estudiamos aquellas estrategias que has puesto en marcha para resolver el problema: meditar, controlar, distraerte, alejarte de donde notas más la obsesión… Para nosotras, la frase “si no es parte de la solución es parte del problema”, encaja perfectamente. Todo aquello que estás haciendo hasta ahora mantiene el problema (o lo hace más grande).
  • Te proponemos algunos ejercicios específicos para tu tipo de obsesión y tus estrategias de afrontamiento, poniendo atención en disminuir de forma progresiva su influencia en tu día a día.
  • No cuestionaremos tu obsesión; al fin y al cabo, tú no eres sólo tus pensamientos. Y además, ya llevas tiempo haciéndolo tú, así que no vamos a meter más leña al fuego.
  • Estás intentando controlar lo incontrolable: los pensamientos se suceden a lo largo del día. Tus conexiones neuronales se van activando a su libre albedrío. Así que querer controlar qué piensas y cuándo lo piensas, puede ser una tarea de titanes
  • Construiremos juntos un espacio sin la obsesión: si llevas mucho tiempo dedicada a ella, tal vez te cueste librarte, así que necesitamos una sustituta más agradable.

Como hemos dicho algunas veces, al final, las obsesiones buscan una respuesta que no puedes saber, por eso tu cabeza da tantas vueltas: para intentar encontrar esa respuesta. Por eso, una de las preguntas que suelo hacer en consulta es “¿Cuál es la respuesta que te calmaría, que te dejaría tranquilo?”. La mayoría de las veces, los clientes se dan cuenta de que esa respuesta no existe, y empiezan a desbloquear su problema.

Tratar con una obsesión no es una terapia larga. En pocas sesiones, puedes encontrar que tus pensamientos obsesivos te están dejando en paz, o incluso que aunque no lo hagan, te importan menos. Así que te animo a que dejes de pasar un mal rato, y te pongas manos a la obra. Me encantará responder a cualquier duda o pregunta que tengas.

A fin de cuentas, me obsesiona mi profesión.

Comments are closed.